Estos son los seis cuentos rusos más extraños jamás escritos

 

Y. Severin/Diafilm, 1991

En estos cuentos rusos y soviéticos de los siglos XIX y XX no aparecen Kolobok ni Koshchéi el Inmortal. Pero sí hay una gallina negra, reyes que gobiernan mundos subterráneos y un guardián de la Montaña de Cobre.

 

‘La gallina negra o el inframundo’ de Antoni Pogorelski (1829)

Hasta 1829, todos los cuentos de hadas rusos solían atribuirse a la tradición popular. Fue en este año cuando el escritor Antoni Pogorelski publicó su Gallina Negra, una historia realista y terrorífica que se lee como un libro.

Aliosha, un niño, rescata a una gallina de una cacerola y pronto se entera de que Gallina Negra es en realidad el ministro de un reino subterráneo, habitado por diminutos seres humanos. Para agradecérselo, Noiraude le da una semilla mágica que le permite responder a todas las preguntas y no aprender nada. Pero Aliosha no puede mantener la boca cerrada sobre la existencia del mundo subterráneo. Como consecuencia, sus habitantes se ven obligados a abandonar su reino. Cuando Aliosha ve a Noiraude, en su forma humana, encadenada, no puede contener las lágrimas.

Hay mucho misticismo en este cuento: a veces, no entendemos si Aliosha está viendo a los habitantes del mundo subterráneo en sus sueños o en sus delirios. Pero, sobre todo, se trata de la madurez de un niño: Aliosha se da cuenta de su error y se arrepiente sinceramente.

‘La ciudad en la fábrica de tabaco’ de Vladímir Odóievski (1834)

La ciudad de Ding-Ding no está comunicada por ferrocarril ni por correo. Sólo se puede llegar a ella levantando la tapa de una caja de música. Es el hogar de la Reina de la Primavera, el Guardián del Cilindro y unos pequeños y desagradables martillos. Basta con golpear a los habitantes de la ciudad con campanas de distintos tamaños para que empiecen a sonar. Por eso siempre hay música en este maravilloso pueblo. La caja de música funciona perfectamente. Siempre que la cuides.

Este cuento es un viaje a un mundo en miniatura, una historia fantástica. Además, describe con detalle el mecanismo de una caja de música, lo que resulta interesante e instructivo para los niños.

‘Attaleia Princeps’ de Vsévolod Garshin (1880)

El héroe de este cuento no es ni un ser maravilloso ni un ser humano. Attaleia Princeps es una palmera que sueña con abandonar el invernadero donde crece. Las otras plantas siempre están discutiendo sobre cuál de ellas bebe más agua. En otras palabras, se comportan como miembros pendencieros de una misma familia. Attaleia, en cambio, no se deja llevar por estos pequeños escándalos. Al contrario, incluso aconseja a los demás árboles que crezcan más altos y fuertes. Así podrán atravesar las puertas de cristal de su prisión y conquistar su libertad. Pero todo es un sueño…

Attaleia Princeps es una triste fábula sobre la elección que tienen los hombres: aceptar su destino o luchar por sus ideas, incluso cuando están solos para defenderlas.

‘Los tres gordos’, de Yuri Olesha (1924)

Este cuento soviético narra el levantamiento de un país en el que el poder había sido usurpado por tres hombres gordos. Ejercían la regencia del delfín Tutti y tenían en sus manos el cultivo del trigo y la producción de hierro y carbón. En esta historia sobre una revolución, conocemos a unos personajes increíbles: gemelos separados, una gimnasta revolucionaria, una muñeca que parece una niña y un científico loco que pasó su vida en una casa de fieras y estuvo a punto de convertirse en lobo.

Yuri Olesha creó una historia aterradora en la que hay que trasplantar un corazón de hierro a Tutti para que deje de sentir lástima, y un niño es condenado a muerte. Pero el cuento tiene gancho. No es casualidad que se haya traducido a diecisiete idiomas.

‘La caja de malaquita’ de Pável Bazhov (1936-1945)

En estos coloridos cuentos de los Urales, los mineros de a pie se encuentran con varios espíritus: el guardián de la Montaña de Cobre, Siniushka y Ognevushka-poskakushka. Son severos pero justos: acuden en ayuda de quienes no sólo quieren extraer minerales de la tierra, sino también fabricar objetos únicos con ellos. En cierto sentido, estos espíritus son los protectores de los artesanos de los Urales. A finales de los años treinta, no es de extrañar que los cuentos de Pável Bazhov pasaran a formar parte del folclore.

‘Los siete reyes subterráneos’, de Alexánder Volkov (1964)

Alexánder Volkov adaptó la historia de Lyman Frank Baum sobre el Mago de Oz y la niña Dorothy para los niños soviéticos, añadiendo nuevos episodios. El Mago de la Ciudad Esmeralda tuvo tanto éxito que Alexánder Volkоv escribió una secuela. Cuenta la historia de siete reyes que viven en un país subterráneo. Se turnan para gobernar durante seis meses. Durante este tiempo, los otros seis y los miembros de su corte duermen gracias a las propiedades soporíferas del agua de un manantial mágico. Pero en cuanto el manantial se seca, el reino se sume en la anarquía.

Una vez despiertos, nadie se apresura a recordarles que son reyes. En su lugar, se les dice que son trabajadores. Aunque ingenuo, este cuento sigue siendo mágico.

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